Un grupo de científicos trabaja en un proyecto para reutilizar la yerba, uno de los residuos más presentes en los hogares argentinos. El objetivo es aprovechar el insumo orgánico para producir carbón activado. El producto tiene varias aplicaciones, entre las que se destaca el uso para desarrollar dispositivos de almacenamiento de energía, denominados supercapacitores.
El estudio es llevado adelante por el Centro de Investigaciones en Física e Ingeniería de la Universidad del Centro de la Provincia de Buenos Aires (CIFICEN). La etapa de laboratorio concluyó con éxito y ahora están en búsqueda de financiamiento para construir una planta de procesamiento de la yerba mate usada.
Florencia Jerez es becaria doctoral del CONICET y desarrolla sus investigaciones en el CIFICEN. En diálogo con LU5, remarcó que el objetivo con el que nació el proyecto fue darle valor agregado al residuo de la yerba mate produciendo carbón activado.
“No sólo son aplicables en lo que es almacenamiento de energía, también sirven en captura de contaminantes en agua como metales pesados (plomo, arsénico, mercurio) y además es útil para la absorción de dióxido de carbono en la atmósfera”, contó.
Jerez enfatizó que además de usarse en dispositivos de almacenamiento de energía, el carbón activado se emplea como “complemento de baterías para alargar la vida útil y tiene diferentes prestaciones sobre todo en lo que son dispositivos portátiles”.
Las etapas de procesamiento de la yerba mate para producir a escala industrial el carbón activado son diversas. Según la investigadora, una vez recolectado el residuo se procede a la eliminación de la humedad. La yerba es quemada en un horno a una temperatura de entre 400 y 600 grados para después impregnarla un día con un agente químico que carcome la estructura de la yerba mate para formar pequeños agujeros en la superficie.
Ahí comienza una nueva etapa de quemado en un horno con temperaturas de entre 600 y 700 grados. Luego se lava y así se obtiene carbón activado.
De acuerdo a los números que maneja el grupo de investigadores, el descarte anual de yerba en Argentina es de un millón de toneladas. Por eso, el impacto del proyecto es doble: no sólo ayudaría a combatir un problema ambiental sino que también se obtendría un producto tecnológico muy útil como lo es el carbón activado.
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